martes, 3 de marzo de 2009

Hasta el próximo Carnaval Humberto Florido



TeAtRo; MuRGa; CandOmbe; Batucada y MasCaRitas en una noche de luna menguante


TestAMeNtO del Rey MoMo HumBertO FlOridO

Un galpón de luz es el templo de Momo, un guarda culpable de generar alegrías y tristezas que se ha olvidado de su función!
Tiene cara de mosca, orejas de chancho, patas de cabra, trompa de elefante y culo de mandril.
Arderá en llamas.
Sean buena gente, dijo Humberto Florido.
El tiempo del reloj quedó en el mismo lugar, pero la fantasía nos permite viajar en este tren que dejó sabores con ilusión a comunicación.
¡Volve tren!
Con el sonido de una campana me fui alguna vez, como lo haré hoy, pero hoy es distinto, por que me esfumo, me hago cenizas a la luz de un farol plantando la certeza de que voy a volver… mutado pero volveré.
Yo, Humberto Florido deseo dentro mío tener mucho ruido.
Que el dolor de muchos sea visto por los pocos poderosos.
A la hora señalada el tren regresará, los rieles chillarán y los durmientes despertarán.
Espero que les guste la fiesta del Momo.
Dentro de poco será mi partida, me iré. Me iré como este tren que nunca regresó, que nos dejo a todos esperando y mirando las vías, con la ilusión que regresará con su escandaloso ruido que nos hacia tan feliz.
Siempre te sigo esperando.
Viaje con destino, espera con paciencia acompañado con desilusión, tristeza, amargura, pero con una pizca de esperanza e ilusión.
A lo lejos la nube de polvo anuncia su regreso… a lo lejos.
Me quiere, no me quiere… me dejan y me llevan.
Mi reino por una MOMA.
Que los andenes se llenen de encuentros.
Canto de locuras mañanas y carcajadas, quiero que pasemos feliz carnaval.
Deseo que siempre estés, que siempre pienses en mí.
Mi reino por un beso… que no se pierda la alegría… que siga el tren.
Es la felicidad del carnaval como el corazón de la murga.
Mis cenizas se convertirán en solidaridad y alegría para todos.
Silbatos y campanas marcaron una despedida.
Hoy, Humberto Florido nos reúne para conmemorar y jamás olvidar.
Florido entre campos da margaritas, con vías robadas que Momo nos las hace recordar.
¡Momo volvé! Te queremos ver viajar en este andén vacío de viajes.
¡Te quiero Momo!, ¡te amo Momo!, ¡te amo siempre Momo!, me gusta venir todos los días, estoy orgulloso de estar con los chicos y chocarles la mano.
Gracias Rey por toda esta alegría, la felicidad de todos, gracias a vos, es algo inigualable.
Momentos hermosos vivimos en esta fogata tan brillante con aroma a carnaval, disfrazados de sonrisas enormes, y con los corazones latiendo muy rápido.
Gracias por todas estas mañanas tan lindas.
Te saludo con mis manos llenas de pintura, y con una lágrima de felicidad.
Un Rey Momo que renace de margaritas, un Rey que es testigo del pasado, presente y futuro… de la cual no olvida!
Somos el escuadrón blanco de Humberto Florido, con el corazón enllenado de felicidad nos despedimos.
Momo, volvé y llevate la mala vibra que deja la desazón y la crisis mundial.
Caro Momo, te voy a querer mucho.
Se va el tren, se va lejos. Yo me quedo a juntar las margaritas. Chau Momo te voy a extrañar mucho.
Aunque mi farol no alumbre, ni mi reloj avance, mi corazón estará alerta al silbato que anuncie un nuevo viaje.


1 comentario:

Mutual de Arte Popular Macondo Creativa dijo...

¡Gracias por acompañarnos en este viaje!
Nos encontramos en la próxima estación...
Macondo

La terrible sinceridad - Roberto Arlt; Aguafuertes Porteñas

Me escribe un lector: "Le ruego me conteste, muy seriamente, de qué forma debe uno vivir para ser feliz".
Estimado señor: Si yo pudiera contestarle, seria o humorísticamente, de qué modo debe vivirse para ser feliz, en vez de estar pergueñando notas, sería, quizá, el hombre más rico de la tierra, vendiendo, únicamente a diez centavos, la fórmula para vivir dichoso. Ya ve qué disparate me pregunta.
Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al individuo que la practica una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es la sinceridad.
Ser sincero con todos , y más todavía consigo mismo, aunque se perjudique. Aunque se rompa el alma contra el obstáculo. Aunque se quede sólo, aislado y sangrando. Esta no es una fórmula para vivir feliz; creo que no pero sí lo es para tener fuerzas y examinar el contenido de la vida, cuyas apariencias nos marean y engañan de continuo.
No mire lo que hacen los demás. No se le importe un pepino de lo que opine el prójimo. Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, sobre el bien y el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Usted y usted. Nada más. Y será fuerte como un demonio entonces. Fuerte a pesar de todos y contra todos. No importe que la pena lo haga dar de cabeza contra la pared. Interróguese siempre, en el peor minuto de su vida, lo siguiente:
-¿Soy sincero conmigo mismo?
Y si el corazón le dice que sí, y tiene que tirarse a un pozo, tírese con confianza. Siendo sincero no se va a matar. Esté segurísimo de eso. No se va a matar, porque no se puede matar. La vida, la misteriosa vida que rige nuestra existencia, impedirá que usted se mate tirándose al pozo. La vida, providencialmente, colocará, un metro antes de que usted llegue al fondo, un clavo donde se engancharán sus ropas, y ... usted se salvará.
Me dirá usted: "¿Y si los otros no comprenden que soy sincero?" ¡Qué se le importa a usted de los otros! La tierra y la vida tienen tantos caminos con alturas distintas, que nadie puede ver a más distancia de la que dan sus ojos. Aunque se suba a una montaña, no verá un centímetro más lejos de lo que le permita su vista. Pero, escúcheme bien: el día que los que lo rodean se den cuenta de que usted va por un camino no trillado, pero que marcha guiado por la sinceridad, ese día lo mirarán con asombro, luego con curiosidad. Y ese día en que usted, con la fuerza de su sinceridad, les demuestre cuántos poderes tiene entre sus manos, ese día serán sus esclavos espiritualmente, créalo.
Me dirá usted: "¿Y si me equivoco?". No tiene importancia. Uno se equivoca cuando tiene que equivocarse. Ni un minuto antes ni un minuto después. ¿Por qué? Porque así lo ha dispuesta la vida, que es esa fuerza misteriosa. Si usted se ha equivocado sinceramente, lo perdonarán. O no lo perdonarán. Interesa poco. Usted sigue su camino. Contra viento y marea. Contra todos, si es necesario ir contra todos. Y créame llegará un momento en que usted se sentirá más fuerte, que la vida y la muerte se convertirán en dos juguetes entre sus manos. Así, como suena. Vida. Muerte. Usted va a mirar esa taba que tiene tal reverso, y de una patada la va a tirar lejos de usted. ¿Qué se le importan los nombres, si usted, con su fuerza, está más allá de los nombres?
La sinceridad tiene un doble fondo curioso. No modifica la naturaleza intrínseca del que la practica, y sí le concede una especie de doble vista, sensibilidad curiosa, y que le permite percibir la mentira, y no sólo la mentira, sino los sentimientos del que está a su lado.
Hay una frase de Goethe, respecto de este estado, que vale un Perú. Dice:
"Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás de él"
Es lo que anteriormente le decía.
La sinceridad provoca en el que la practica lealmente, una serie de fuerzas violentas. estas fuerzas sólo se muestran cuando tiene que producirse eso de: "Tú que me has metido en este dédalo, tú me sacarás". Y si usted es sincero, va a percibir la voz de estas fuerzas. Ellas lo arrastrarán, quizá, a ejecutar actos absurdos. No importa. Usted los realiza. ¿Que se quedará sangrando? ¡Y es claro! Todo cuesta en esta tierra. La vida no regala nada, absolutamente. Todo hay que comprarlo con libras de carne y sangre.
Y de pronto, descubrirá algo que no es la felicidad, sino un equivalente a ella. La emoción. La terrible emoción de jugarse la piel y la felicidad. No en el naipe, sino convirtiéndose usted en una especie de emocionado naipe humano que busca la felicidad, desesperadamente, mediante las combinaciones más extraordinarias, más inesperadas. ¿O qué se cree usted? ¿Que es uno de esos multimillonarios norteamericanos, ayer vendedores de diarios, más tarde carboneros, luego dueños de circo, y sucesivamente periodistas, vendedores de automóviles, hasta que un golpe de fortuna los sitúa en el lugar en que inevitablemente debía estar?
Esos hombres se convirtieron en multimillonarios porque querían ser eso. Con eso sabían que realizaban la felicidad de su vida. Pero piense usted en todo lo que se jugaron para ser felices. Y mientras no se producía lo efectivo, la emoción, que derivaba de cada jugada, los hacía más fuertes. ¿Se da cuenta?
Vea amigo: hágase una base de sinceridad, y sobre esa cuerda floja o tensa, cruce el abismo de la vida, con su verdad en la mano, y va a triunfar. No hay nadie, absolutamente nadie, que pueda hacerlo caer. Y hasta los que hoy le tiran piedras, se acercarán mañana a usted para sonreírle tímidamente. Créalo, amigo: un hombre sincero es tan fuerte que sólo él puede reírse y apiadarse de todo.